Debemos la existencia de este libro —este librazo, mejor dicho— a la iniciativa de cinco sobresalientes narradoras del Taller de Corte y Corrección. Todas cuentan con mi personal acompañamiento y supervisión en el mismo grupo de escritura, y desde hace años me vienen confiando su formación como escritoras de cuentos y novelas. Semana a semana vamos desentrañando juntos los secretos del relato bien urdido, bien contado y bien escrito. Con el tiempo, las discusiones y los acuerdos, y basándonos en la lectura de autores de todo tipo y color, hemos ido buscando y encontrando el tono particular de cada una, hemos propiciado un fluir característico en el estilo de cada cual, hemos puesto en acción el talento con que Alejandra, Claudia, Gladis, Paula y Victoria llegaron a mi taller. Qué tarea apasionante me han encomendado, queridas chicas, y por tanta confianza, entrega y respeto les doy las gracias. Lo han logrado: cada una de ustedes habla con su voz. Y, para lograrlo, sepa el lector que hemos ido garabateando y amontonando toneladas de papeles desde fines del pasado milenio, que nos hemos divertido en grande, que supimos llenar de buenas intenciones el cesto resignando lo que debíamos resignar, que nos hemos tirado con los pocillos más de una vez, que ellas me han soportado con ejemplar estoicismo, y que el decantado de todo ese esfuerzo y ese reverente placer por la palabra y la obra bien hecha es este libro, Cinco mujeres y otra cosa. Por eso mi natural orgullo al prologarlo. Porque sé perfectamente qué hay detrás de estas páginas.
Vaya una aclaración impertinente y necesaria: los cuentos que integran esta antología no han sido elegidos por mí, sino por sus propias autoras. Y lo han hecho cuidadosamente, no en función de intereses extraliterarios ni obedeciendo al sacrosanto dogma de la llamada gender theory, sino siguiendo un criterio de “cosecha de alta selección”, si se me permiten esos términos. Tenga el lector la certeza de que está por enfrentarse a historias de una contundencia inhabitual, concretas, dinámicas y escritas con una superlativa calidad literaria. Lejos de trabajar sumisamente bajo los mencionados dictados del género y la génera, aquellos que obligan a las escritoras a asumir una temática, una sensibilidad y un lenguaje políticamente correctos, ninguna de estas narradoras escribe sólo sobre “cosas de mujeres”, sino que todas aplican los instrumentos de su arte en desentrañar los esplendores y las tinieblas del ser humano. En ese sentido, Cinco mujeres y otra cosa viene a demostrar que la fuerza y la racionalidad no son patrimonio exclusivo de los hombres. A no engañarse entonces por el título: los amantes de las historias intensas no tienen en sus manos una muestra más de la llamada “literatura femenina”. Lejos de eso, están a punto de leer literatura a secas. Y de la mejor.
Vaya una aclaración impertinente y necesaria: los cuentos que integran esta antología no han sido elegidos por mí, sino por sus propias autoras. Y lo han hecho cuidadosamente, no en función de intereses extraliterarios ni obedeciendo al sacrosanto dogma de la llamada gender theory, sino siguiendo un criterio de “cosecha de alta selección”, si se me permiten esos términos. Tenga el lector la certeza de que está por enfrentarse a historias de una contundencia inhabitual, concretas, dinámicas y escritas con una superlativa calidad literaria. Lejos de trabajar sumisamente bajo los mencionados dictados del género y la génera, aquellos que obligan a las escritoras a asumir una temática, una sensibilidad y un lenguaje políticamente correctos, ninguna de estas narradoras escribe sólo sobre “cosas de mujeres”, sino que todas aplican los instrumentos de su arte en desentrañar los esplendores y las tinieblas del ser humano. En ese sentido, Cinco mujeres y otra cosa viene a demostrar que la fuerza y la racionalidad no son patrimonio exclusivo de los hombres. A no engañarse entonces por el título: los amantes de las historias intensas no tienen en sus manos una muestra más de la llamada “literatura femenina”. Lejos de eso, están a punto de leer literatura a secas. Y de la mejor.
Marcelo di Marco, otoño de 2014.
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